Today, I write to you dismayed by the ongoing violent and tragic events occurring in our nation all too often. Our nation, great when united, is becoming increasingly divided as each tragedy unfolds. We must find a way to come together, as God’s children, as His Church, and as the United States of America.
School shootings, random attacks of violence, and political violence have no place in a right and just society. Safe harbors such as schools and places of worship today, feel less safe with each new tragedy, and violence against those with whom we disagree is becoming all too common. This must not continue.
Politicians, media figures, and other public figures must stop using these tragedies to further divide us. Rhetoric that fosters hatred or creates an ‘us vs. them’ mentality poisons our communities and erodes trust. Instead, our leaders should seek to heal divisions, unite neighbors, families, and co-workers, and work for the common good of all.
Anger and grief in the face of violence are natural, but more violence will never be the solution. As people of faith, we must ask: what can we do to build peace in our homes and communities? How can we take responsibility for being instruments of reconciliation and hope? Every life is a precious gift from God, and it is our shared responsibility to create a society where all can live free from fear and violence.
Also, as we confront the dark powers that are spiritual in nature we need to use spiritual means to face this battle: prayer and penance. These two powerful means provide the necessary grace for conversion and repentance in a person’s life.
Recently, our readings at daily Mass have spoken to this and have provided a means to help us keep things in check in regard to our spiritual lives. Here are the words of St. Paul to the Colossians: “Put to death, then, the parts of you that are earthly: immorality, impurity, passion, evil, desire, and the greed that is idolatry.” And he continues: “Now you must put away all: anger, fury, malice, slander, and obscene language out of your mouth. Stop lying to one another. You have taken off the old self with its practices and put on the new self, which is being renewed.”
In the Gospel of Luke, Jesus alerts us: “Blessed are you when people hate you, and when they exclude and insult you, and denounce your name as evil on account of the Son of Man. Rejoice and leap for joy, your reward will be great in heaven!”
Again, St. Paul states the following in order to counter sinful actions: “Put on heartfelt compassion, kindness, humility, gentleness, and patience, bearing with one another, and forgiving one another, if one has a grievance against another, as the Lord has forgiven you, so must you also do. And over all these put on love, that is, the bond of perfection. And let the peace of Christ control your hearts, the peace into which you were also called in one Body. Let the word of Christ dwell in you richly, as in all wisdom teach and admonish one another… And whatever you do, in word or in deed, do everything in the name of the Lord Jesus, giving thanks to God, the Father through him.”
Finally, Jesus teaches and guides us: “Love your enemies, do good to those who hate you, bless those who curse you, pray for those who mistreat you. Stop judging, and you will not be judged. Stop condemning, and you will not be condemned. Forgive and you will be forgiven. For the measure with which you measure will, in return, be measured out to you.”
I suggest to one and all, young and old, as we approach the month of October, the Month of the Rosary, let us take up the Rosary and be faithful in praying it daily as Our Lady of the Rosary of Fatima encouraged us to do for the conversion of people whose hearts are sinful and hardened and for peace in our lives and in our world. As we do so, let us take the message of Fatima to heart and fervently “pray, pray, pray” and diligently offer “penance, penance, penance!” I think that says it all!
May God have mercy on us as a nation.
May Our Lady, the Immaculate Conception and patroness of the United States, intercede for us. Amen.
In the Peace of Christ,
Bishop Cotta
Español:
¡Oren, oren, oren!
¡Penitencia, penitencia, penitencia!
Hoy, les escribo consternado por los continuos acontecimientos violentos y trágicos que ocurren en nuestra nación con demasiada frecuencia. Nuestra nación, grande cuando está unida, se está dividiendo cada vez más a medida que se desarrolla cada tragedia. Debemos encontrar una manera de unirnos, como hijos de Dios, como Su Iglesia y como los Estados Unidos de América.
Los tiroteos escolares, los ataques violentos aleatorios y la violencia política no tienen cabida en una sociedad justa y correcta. Los puertos seguros, como las escuelas y los lugares de culto hoy en dia, se sienten menos seguros con cada nueva tragedia, y la violencia contra aquellos con quienes no estamos de acuerdo se está volviendo demasiado común. Esto no debe continuar.
Los políticos, las figuras de los medios de comunicación y otras figuras públicas deben dejar de usar estas tragedias para dividirnos aún más. La retórica que fomenta el odio o crea una mentalidad de "nosotros contra ellos" envenena nuestras comunidades y deterioran la confianza. En cambio, nuestros líderes deben buscar sanar las divisiones, unir a vecinos, familias y compañeros de trabajo, y trabajar por el bien común de todos.
La ira y el dolor frente a la violencia son naturales, pero más violencia nunca será la solución. Como personas de fe, debemos preguntarnos: ¿qué podemos hacer para construir la paz en nuestros hogares y comunidades? ¿Cómo podemos asumir la responsabilidad de ser instrumentos de reconciliación y esperanza? Cada vida es un regalo precioso de Dios, y es nuestra responsabilidad compartida crear una sociedad donde todos puedan vivir libres de miedo y violencia.
Además, al enfrentarnos a los poderes oscuros que son de naturaleza espiritual, necesitamos usar medios espirituales para enfrentar esta batalla: la oración y la penitencia. Estos dos poderosos medios proporcionan la gracia necesaria para la conversión y el arrepentimiento en la vida de una persona.
Recientemente, nuestras lecturas en la Misa diaria han hablado de esto y han proporcionado un medio para ayudarnos a mantener las cosas bajo control con respecto a nuestra vida espiritual. Aquí están las palabras de San Pablo a los Colosenses: "Mortificad, pues, lo que hay de terrenal en vuestros miembros: la fornicación, la impureza, las pasiones, la concupisencia mala y la avaricia que es una idolatira". Y continúa: "Ahora, sin embargo, desechad también vosotros todas esas cosas: la ira, la indignación, la malicia, la blasfemia y la conversación deshonesta en vuestros labios. Dejen de mentirse unos a otros. No os engañéis, unos a otros, ya que os habéis despojado del hombre viejo con sus obras y os habéis revestido del hombre nuevo."
En el Evangelio de Lucas, Jesús nos alerta: "Bienaventurados cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como maldito, por causa del Hijo del Hombre. ¡Alegraos en aquel día y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo!"
Nuevamente, San Pablo afirma lo siguiente para contrarrestar las acciones pecaminosas: "Revestios de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga queja contra otro; como el Señor os ha perdonado, hacedlo así también vosotros. Sobre todo, revetios dcon la caridad, que es el vinculo de la perfección. Y que la paz de Cristo se adueñe de vuestros corazones, a ella habéis sido llamados en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. Que la palabra de Cristo habite en vosotros abundantemente. Enseñaos con la verdadera sabiduría, animaos unos a otros... Y todo lo que hagáis, de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios, Padre por medio de él".
Finalmente, Jesús nos enseña y guía: "Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os maltratan. Deja de juzgar, y no serás juzgado. Dejen de condenar, y no serán condenados. Perdona y serás perdonado. Porque la medida con que midáis, a cambio, os será medida".
Sugiero a todos y cada uno, jóvenes y viejos, que a medida que nos acercamos al mes de octubre, el Mes del Rosario, tomemos el Rosario y seamos fieles en rezarlo diariamente como Nuestra Señora del Rosario de Fátima nos animó a hacer por la conversión de las personas cuyos corazones son pecaminosos y endurecidos y por la paz en nuestras vidas y en nuestro mundo. Al hacerlo, tomemos en serio el mensaje de Fátima y fervientemente "oremos, oremos, oremos" y ofrezcamos diligentemente "¡penitencia, penitencia, penitencia!" ¡Creo que eso lo dice todo!
Que Dios tenga misericordia de nosotros como nación.
Que Nuestra Señora, la Inmaculada Concepción y patrona de los Estados Unidos, interceda por nosotros. Amén.